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EL PODER DE LA ORACIÓN

Desde la conciencia religiosa nos enseñaron a pedir en un intento de conseguir un beneficio, y a agradecer cuando lo hayamos obtenido. Muchos han perdido la fé al decepcionarse de que no fueron cumplidas sus peticiones. Con el ascenso a niveles superiores de consciencia se ha renunciado a la intención de controlar a Dios, usando la súplica como un acto de humildad al que volvemos sagrado en vez de sólo pedir.

La oración ha pasado a convertirse en una disposición de servir a Dios o a la fuente divina, como un canal de su voluntad, sin tratar de especificar el que o el cómo se deba hacer. Así la oración se convierte en una rendición más que una súplica. En la escala de la conciencia, el Amor calibra en 500, y se perfecciona en Amor incondicional en el 540 que es el nivel de curación (véase la escala de conciencia de D. Hawkins).



Las organizaciones espirituales que tienen centros de oración se calibran en 540 o más y de ahí ellos obtienen y comparten un campo de energía curativa capaz de conseguir “milagros“ ya que suceden fuera de los dominios de lo explicable). Este servicio de oración curativa busca reemplazar la negatividad con este campo de energía con frecuencia elevada. Nosotros como simples mortales y naturaleza divina debemos desprendernos de un sistema de creencias limitador, eliminar la negatividad para poder subir nuestra vibración y así poder obtener resultados de las oraciones que elevamos al Dios del Universo. Estamos en la época perfecta para comenzar a trabajar nuestros limitantes existenciales y vibrar más alto. El poder de nuestras súplicas y oraciones desde la rendición del ser, aporta el grano de arena suficiente para comenzar a hacer cambios contundentes en la vibración tanto del planeta, como de sus habitantes y sus líderes. Para las personas que cultivan su espiritualidad día con día (iniciados) y han alcanzado los niveles superiores de consciencia, lo milagroso no es algo fuera de lo común, sino algo natural y cotidiano. Los milagros emergen de la creación y no de la casualidad. Hagamos nuestro espacio sagrado e íntimo para orar con un altar o misha, utilizando los elementos de Fé con los que nos identificamos, ya sean imágenes espirituales, elementos como velas, inciensos, flores, o cuarzos.

Esta práctica evoca una respuesta de apoyo desde los niveles supremos de la consciencia, pues hace falta un gran poder para vencer las limitantes de la vida terrenal. Nada de todo esto es necesario, porque el sendero espiritual hacia la iluminación es único, pero el acto de Orar es una invitación a estas energías superiores para que le ayuden a uno en su esfuerzo espiritual.



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